Don Miguel de Unamuno y Jugo, autor y filósofo, hombre de letras, miembro de la generación del 98 y poco dado a silenciar con dudas. No sólo porque no se mordía la lengua, sino porque la gran duda, la duda existencial sería su gran tema de indagación y creación.
Nació en 1864, en Bilbao y en 1936 falleció en Salamanca, algunos meses después de que Franco le destituyera como Rector de la Universidad de Salamanca, su tercera rectoría en la insigne Universidad.
Con 19 años finaliza sus estudios universitarios de Filosofía en Madrid y lleva a cabo una tesis sobre la lengua vasca. Trabaja como profesor de latín y oposita para varios cargos docentes y cátedras. Finalmente obtiene la Catédra de Griego en la Universidad de Salamanca de al que será nombrado Rector en 1900, con solo 36 años de edad. Es destituido en 1914 por el ministro de Instrucción Pública por razones políticas. Unamuno se oponía al re´gimen monárquico y se convierte así en el primer mártir de la oposición liberal. De hecho, en 1920 se le condena a 16 años de cárcel por injurias al rey.
Aunque esta sentencia no llega a ejecutarse, es destituido como vicerrector y desterrado a Fuerteventura en febrero de 1924. En julio es indultado pero se exilia a Francia. Regresa a España en 1930 tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera. Su vuelta a España fue un acontecimiento cultural y político.
Es en este momento en el que se sitúa la historia que Irma Correa nos propone en su cuadro «El viejo, el joven y el mar». En su destierro, Unamuno tiene 60 años. En este momento de su vida, ha trazado casi todo su currículum literario aunque aún no ha escrito su San Manuel Bueno Martir (1930), ni Cómo se hace una novela (1927), donde da fe de su ideario literario. Pero ya había escrito numerosísimos cuentos y relatos, artículos y ensayos. Niebla, La tía Tula, Teresa, Amor y pedagogía, Abel Sánchez…
En cuanto a su filosofía, es considerado uno de los predecesores del Existencialismo. Se formó en el racionalismo e intelectualismo. Y reflexionó sobre la muerte y la fe. Le dolía mucho España y lo reflejó en numerosos ensayos, pero sus obras puramente filosóficas son Del sentimiento trágico de la vida y La agonía de cristianismo.
También escribió poesía y teatro. Como dramaturgo no tuvo mucho éxito en el mundo del espectáculo, pero no ha dejado varias obras donde contenía su línea filosófica: Fedra, La esfinge, Soledad, El otro… Su literatura se encharca dentro de la Generación del 98.
Su evolución política resulta tan interesante como su literatura. Hombre concienciado y poco dado a seguir dictados contra su voluntad, apoya la causa republicana desde el principio, incluso asume cargos dentro de la misma. Pero a la altura de 1935, muestra ya su desencanto criticando públicamente la reforma agraria, la política religiosa y el gobierno de Azaña. Así, al iniciarse la Guerra Civil apoyó a los rebeldes, a los fascistas pues veía en los militares una forma de encauzar la deriva a la que ve que se dirige el país. Pero de nuevo observa como gran parte de los intelectuales y amigos están presos y comienzan a ser ejecutados por el nuevo régimen. Unamuno terminó su vida, arrepintiéndose públicamente de su apoyo a la sublevación y aún resuenan en el Paraninfo de la Universidad sus palabras contra los fascista:
«Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.»
CURIOSIDADES
- Conoció a su esposa, Concepción Lizárraga (Concha), cuando hacía la catequesis preparatoria par ala primera comunión, que entonces se hacía más temprano. Así que debía tener alrededor de 8-10 años cuando conoció a la mujer de su vida. Con ella tuvo nueve hijos.
- A Unamuno le aburría muchísimo el sistema escolar memorístico y por eso se interesó más por materias como las matemáticas o la física, donde podía experimentar. Sin embargo, la filosofía le «enganchó» desde el primer momento porque podía poner a prueba sus dotes para la oratoria. La interesó mucho un método pedagógico que despertara el interés y la curiosidad del alumno. Esta reflexión como alumno le sería de utilidad como profesor.
- Fue un estupendo dibujante que dejó los pinceles batido por no lograr el dominio del color.
- Unamuno estuvo en Paris en 1889, año de la Exposición Universal de París y la inauguración de la Torre Eiffel.
- Estudió danés para poder leer a Kierkegaard en su lengua original.
Un comentario sobre “Miguel de Unamuno – Sentir el pensamiento, pensar el sentimiento”